14/9/2020 0 Comentarios Turbulencia"El capitán ha encendido el anuncio para abrocharse sus cinturones, les pedimos mantenerse en sus puestos, con sus cinturones y la mesa en posición vertical, mientras pasamos la zona de turbulencia".
Las miradas entre los pasajeros, la aprehensión silenciosa y el deseo porque lo que venga sea breve e inofensivo. Afuera solo nubes de un blanco grisáceo que impide saber si el avión sobrevuela un océano, una ciudad o una cordillera; no importa en realidad porque de estrellarse contra cualquiera de ellas, el final es inevitable. La campanilla suena una vez más recordando que el anuncio está encendido y un último recorrido de una azafata anónima - pues todas han perfeccionado su trabajo al punto de no representar diferencia entre sí - que sujetándose de los respaldos de los asientos atraviesa toda la extensión del avión con mirada severa, forzando a que los últimos pasajeros cumplan con la orden de la cabina. Todo tiembla y los pasajeros se aferran a los apoyabrazos. Nudillos que se vuelven blancos con la presión, y la angustiante preocupación de que la única separación entre la semi seguridad del interior y la muerte segura en el exterior son escasos centímetros de materiales delgados, delicados, impotentes contra cualquier tipo de impacto. Alguien recuerda cómo abolló la puerta de su auto al intentar cerrarla con la rodilla, y se pregunta si es el mismo material aunque sabe que finalmente ya no importa, está aquí en el aire, no junto a su auto. Un poco más adelante otra persona piensa en todas las consecuencias de que se retrase el vuelo e intenta ocupar su mente de persona ocupada en las infinitas minucias laborales para ocultar su verdadera angustia. Otros cierran los ojos y rezan, aprietan las pocas fotos físicas que quedan en las billeteras del mundo o miran las de su celular, que muestran indefectiblemente sonrisas que parecería que cubren al universo entero. Alguien desconectó los audífonos y desde el parlante de su teléfono surge una música incomprensible a pesar del silencio general. Un sacudón y una caída de dos segundos hasta que el avión logra sustentarse nuevamente. Al unísono un grito contenido, un suspiro a gran volumen, multiplicado por todos los puestos ocupados en este vuelo. El clima empeora. El silencio en los altoparlantes señala que nada ha pasado y que vendrá algo similar. Enseguida sucede otra vez, y quien se sienta en la ventana junto al ala la mira mecerse, mientras su imaginación reproduce la escena de las películas, con el ala rompiéndose y alejándose por los aires entre fuego y desechos…al reabrir los ojos, dos segundos después, todo sigue ahí, nada termina. Inicia una nueva caída y el anuncio luminoso titila, como si pidiera el imposible de ajustarse el cinturón una segunda, una tercera vez. Todo tiembla. Los gritos, extrañamente, pasan a parecerse al silencio. Cada uno en su puesto persevera en lo que hacia antes: la música, la foto, el trabajo, las ponderaciones sobre la resistencia de los materiales. En fin, la huida. Alguien que acumula muchas millas en su tarjeta de viajero frecuente piensa que lo bueno es que en algún momento la turbulencia termina, siempre.
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Noviembre 2023
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